domingo, 17 de mayo de 2015

¿Qué es una madre de día?

Una Madre de Día es una educadora consciente de las necesidades reales de los bebés, una profesional de la Educación que ofrece su hogar como espacio de encuentro para el desarrollo. 

Nuestra madre de día:

Atiende a un máximo de 4 infantes menores de 3 años (3 si algún bebé es menor de 1 año).
Para poder atender a todos y cada uno de los niños y las niñas con la dedicación que se merecen y con total disponibilidad se hace necesario un ambiente íntimo, relajado, donde la madre de día pueda ver, pero también mirar a cada bebé, pueda oír, pero también escuchar sus requerimientos y pueda ofrecerles la atención, individualizada y no dividida, tan necesaria para ellos y ellas en esta etapa de su desarrollo.

Nutre afectivamente a los bebés y asegura un clima afectivo cálido y acogedor, un hogar.
El alma de nuestro proyecto es el hogar, crear un espacio lo más similar posible a ese hogar que cada bebé experimenta con su familia, salvando las diferencias, pero procurando ofrecer ese espacio afectivo tan primordial para la evolución del ser en construcción.

Prepara los ambientes adecuados para cada momento del desarrollo.
Cada etapa del desarrollo requiere de ambientes adecuados a las necesidades y al grado de maduración de los bebés; ambientes relajados pero a la vez estimulantes, que les permitan vivenciar experiencias propias, nacidas de sus deseos e intereses.

Valora las diferencias individuales como señas de identidad.
La diferencia nos hace únicos. Cada bebé tiene su propia y genuina manera de estar y de ser en el mundo, homogeneizar y tratarlos a todos por igual ha sido un error pedagógico que repercute en el proceso de construcción de identidad. La madre de día reconoce y valora las diferencias de todos y cada uno de los bebés, reconociéndoles en su singularidad, para que puedan sentirse aceptados, valorados y amados por lo que son: ellos mismos.

Es consciente de que sirve de modelo referencial de actitudes y valores cuyo aprendizaje se da a través de la observación, la interiorización y la repetición del modelo.
Hay aprendizajes que se dan de manera inconsciente, sin necesidad de mediar palabras al respecto.  Mediante la observación de nuestras reacciones, actitudes y comportamientos, se interiorizan valores éticos, principios morales, códigos de comunicación no verbal, normas de comportamiento social, etc. La madre de día está atenta a la coherencia entre sus palabras y sus acciones.

Permite a los bebés moverse en libertad hacia la conquista de su autonomía.
La necesidad del movimiento libre es prioritaria para el desarrollo motor, especialmente en el momento evolutivo que va desde el nacimiento hasta la adquisición de la marcha. Nuestra madre de día, basándose en las investigaciones realizadas en el Instituto Lòczy por Emmi Pikler y Agnès Szanto confía plenamente en la capacidad de los bebés para aprender desplazamientos y posturas partiendo de su propia iniciativa, sin ayudas externas, es decir, por ellos mismos, sin la ayuda ni la enseñanza directa de los adultos.

Conoce las etapas del desarrollo y respeta el ritmo de maduración de cada bebé, sin estimular y sin forzar aprendizajes, confiando plenamente en el “saber interno”.
Este es uno de nuestros principios pedagógicos más básico. Conocer las etapas del desarrollo implica comprender que al PENSAMIENTO REFLEXIVO se accede alrededor de los SIETE años (momento biológico en el que se establecen las conexiones neuronales que permiten el acceso y uso del neocortex). Y que antes de este momento evolutivo los niños y las niñas no pueden abstraerse de su punto de vista, sólo ven la vida desde su perspectiva única y propia. Respetar esa etapa de egocentrismo es fundamental para su desarrollo.
Respetar el momento evolutivo en el que cada bebé se halla implica no estimular ni forzar aprendizajes; apoyarlo incondicionalmente y acompañarlo en sus conquistas y descubrimientos sin juicios ni valoraciones, confiando en que su propio “plan interno” ya sabe guiarlo instintiva e intuitivamente hacia su autorrealización.

Permite la expresión de las emociones sin negarlas o disimularlas, acompañando a los bebés en sus procesos de desarrollo emocional.
El acompañamiento emocional otorga al bebé su derecho –en ocasiones negado- a sentir su emoción y a manifestarla, a no negarla a no reprimirla, a no disimularla. Sentir la emoción posibilita su posterior reconocimiento e identificación. Para más adelante poderla gestionar. ¿Cuántas veces los adultos estamos “raros” sin acertar a describir exactamente qué emoción sentimos? Acompañarles en sus emociones es permitirles sentir, permitirles ser con todas y cada una de sus manifestaciones, aceptando y acogiendo sus risas y sus llantos pero sin transformarnos nosotros, manteniéndonos estables, firmes en nuestro centro,  acompañándolos en sus procesos de maduración afectiva y emocional.

Acompaña en las –inevitables y estructurantes- frustraciones de los bebés, poniendo los límites precisos amorosamente, manteniendo una actitud de respeto y comprensión que permita la manifestación de la emoción.
Otro de nuestros principios pedagógicos básicos es el acompañamiento respetuoso de los bebés en sus procesos emocionales. Una Pedagogía respetuosa se aleja del autoritarismo, pero presenta autoridad y límites. Somos conscientes de que los límites generan frustración. Acompañar en la frustración significa reconocerla, permitirla sin negarla, legitimar el derecho a frustrarse y a manifestar la emoción que le siga ya sea rabia, o tristeza, o enfado; ya venga acompañada de llanto o de pataletas. La madre de día está ahí, está presente, disponible, acompaña y permite la descarga emocional: con amor, pero manteniendo el límite; sin enfado, con ternura, pero con firmeza.
Mantener esta actitud de respeto hacia las frustraciones que viven los infantes (sin hacerles sentir culpables por su emoción de enfado, tristeza, rabia...) les permite vivir estas emociones con naturalidad, sin la angustia añadida de la culpa.

Reconoce e identifica comportamientos como la agresividad, la sumisión o las llamadas de atención como estrategias de defensa del “yo” en construcción como síntomas y no como comportamientos conscientes.
Un error pedagógico común consiste en asignar consciencia a comportamientos que son inconscientes. Esta falsa creencia nos ha convencido de que cuando un niño o una niña se comportan de manera inadecuada -desde una perspectiva adulta- en realidad lo hacen porque quieren fastidiarnos, y los etiquetamos: “tozudos”, o “vaya carácter”, o  “es muy tímida”, etc.
Los comportamientos displicentes,  tales como la agresividad o la sumisión, suelen ser síntomas de dificultades afectivas y son totalmente inconscientes, el niño o la niña NECESITAN hacer lo que hacen para atraer sobre sí la atención o por activa (agresión) o por pasiva (sumisión). Es la manera que tiene su organismo (y no su consciencia, todavía en construcción) de retransmitir al exterior que no recibe el afecto o la atención que necesita. Esto no significa que sus padres y familiares no se lo den, simplemente nos informa con sus comportamientos que no lo está captando y que es necesario un cambio en nuestras manifestaciones afectivas hacia él o ella.

Ama su profesión y siente un fuerte compromiso con la infancia, con la educación de calidad basada en el amor y el respeto.
El amor hacia la educación de calidad trae consigo el compromiso de desaprender viejos patrones y antiguas creencias educativas, amar la educación implica reaprender la infancia y comprometerse enteramente con el cambio hacia un paradigma educativo más respetuoso que eduque a los niños y a las niñas desde el amor y el respeto profundo.

Actualiza sus conocimientos profundizando en las pedagogías respetuosas en las que se basa, principalmente Aucouturier y  Lòczy.
Bernard Aucouturier (Tours 1934) Pedagogo y creador de la Práctica Psicomotriz, una propuesta pedagógica pensada para acompañar a los niños y a las niñas en su proceso de maduración psicológica, un modelo de intervención educativa no directivo, basado en la idea de que el ser humano construye su psiquismo a partir de las relaciones que establece con el entorno mediante su cuerpo.
Nuestra madre de día está formada en Práctica Psicomotriz Educativa, como psicomotricista comprende que el movimiento físico -la expresión corporal, las posturas, el tono muscular- está ligado al movimiento psíquico y que la expresividad motriz es la vía de expresión de los contenidos inconscientes del psiquismo, la manera personal, genuina y única con la que cada niño manifiesta el placer de ser él mismo. Leer la expresividad motriz de los niños y las niñas posibilita entender su mundo interior, conectar con sus emociones y comprender el sentido profundo de sus comportamientos.

El Instituto Lòczy fue fundado en Budapest en el año 1946 por la pediatra Emmi Pikler (Viena 1902-1984). Allí se llevaron a cabo estudios e investigaciones sobre el desarrollo de la motricidad global que desvelaron la importancia de la autonomía y de la libertad en los movimientos y en las posturas. Las conclusiones que se derivaron de estos estudios están recogidas en su libro “Moverse en libertad: desarrollo de la motricidad global”.
Las investigaciones de Emmi Pikler y Agnès Szanto se basaron en el seguimiento longitudinal de más de 2.000 niños que aprendieron desplazamientos y posturas a partir de su propia iniciativa, sin ayudas de artilugios (sillitas, andadores, etc.) y sin la ayuda ni la enseñanza directa de los adultos.

Mantiene una comunicación constante con las familias.
La asociación está enfocada al acompañamiento respetuoso de los bebés, de los niños y de las niñas, pero teniendo presente que las familias sois el núcleo. La educación es un compromiso que asumimos todas las personas que nos involucramos en este proyecto. Así se hace necesario mantener una comunicación que nos permita crecer juntos, compartir aprendizajes, dudas y experiencias. Generar esos espacios necesarios para la expresión de nuestras emociones y la posibilidad de comunicarnos desde el respeto y el amor es un aspecto más de la educación consciente.


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